La judicialización de la política es un fenómeno que consiste en el uso de los tribunales para influir o resolver cuestiones políticas que, en principio, deberían ser abordadas por los órganos democráticos representativos o los medios de comunicación. Este fenómeno puede tener implicaciones negativas para la democracia, ya que puede socavar la legitimidad y la eficacia de los poderes ejecutivo y legislativo, generar conflictos entre los poderes del Estado, erosionar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y los partidos políticos, y favorecer el activismo judicial y la politización de la justicia.
Entre los factores que contribuyen a la judicialización de la política se encuentran la existencia de un régimen democrático con una cultura de derechos y una separación de poderes, la debilidad o fragmentación de los partidos políticos o las coaliciones de gobierno, la delegación de autoridad a las cortes para tomar decisiones en ciertas áreas de las políticas públicas, y las actitudes personales y preferencias de los jueces respecto al rol que desempeñan los otros poderes del Estado. Estos factores pueden variar según el contexto histórico, social y político de cada país.
La judicialización de la política plantea varios desafíos para el fortalecimiento y la consolidación democrática, tales como garantizar el equilibrio y la independencia de los poderes del Estado, promover el diálogo y el consenso entre los actores políticos y sociales, fomentar la rendición de cuentas y la transparencia de las instituciones judiciales, y proteger los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos. Para afrontar estos desafíos, se requiere una reforma integral del sistema judicial que asegure su profesionalización, eficiencia, imparcialidad y accesibilidad, así como una mayor participación y educación cívica que fortalezca la cultura democrática y el respeto al Estado de derecho.